¡Hola a todos!
Espero que estéis disfrutando de un verano increíble!
Han pasado casi dos meses desde mi última publicación. Nunca antes había estado tan tranquilo por aquí … ¡Mis disculpas por la falta de publicaciones, recetas y noticias!
Julio fue un mes un tanto ajetreado, proyectos que tardan más de lo esperado en terminarse, mudanza, retos personales, nuevos proyectos emocionantes, las fechas de vacaciones inciertas … todo esto puede traducirse en estres, sentimientos a flor de piel y ausencia total de inspiración.
Por suerte, reservamos un vuelo a Menorca, mi paraíso, para el 1 de agosto. Sabía que me quedaba trabajo por hacer, proyectos en marcha, clientes a los que atender y un blog por escribir. Con una gran lista de cosas por terminar, mi plan era despertarme todos los días a las 7:30 y trabajar unas horas antes de disfrutar del sol y de un baño en alta mar, trabajar un par de horillas más después de la comida o bien entrada la tarde… pero ¿adivináis qué? Obviamente y menos mal por mi salud, todo eso solo era un plan…
Muchos pueden pensar, aaaa tres semanas en Menorca, que lujo…. y la verdad que así es, me siento super afortunada de poder disfrutar de esta maravillosa isla, aunque es cierto que los primeros días fueron un tanto difíciles, ¿habéis experimentado la sensación de tener que hacer algo pero no poder hacerlo? La energía aquí en la isla es totalmente diferente, la vida va más lenta y más tranquila. Mi idea era seguir el ritmo que tenía en Barcelona, añadiendo además el disfrute que la isla me proporciona, pero no podía, me faltaban las fuerzas y la falta de voluntad, llevándome a un sentimiento de culpabilidad inmenso, a una intranquilidad continua, conscan incluso antes de salir de la cama.
Uno de mis muchos defectos es que tengo la tendencia de medir mi valía (solo la mía) según lo productiva que soy durante el día … sí, lo sé, es una manera horrible de pensar, ¡¡super equivocada !!
Doy gracias a que no tardé mucho en cambiar el chip y dejar esa mentalidad. Hice algunos ajustes y reemplaze el go-go-go por el slow-slow-slow. Desde entonces, he podido disfrutar la vida, las vacaciones y el trabajo, todo al mismo tiempo. No planifico mis días, me levanto y veo cómo me siento y qué necesito ese día.
A veces salgo a correr por la mañana, otros trabajo tranquila en el salón mientras el resto de la casa duerme. Si salimos con la barca, disfruto del paseo, de la brisa, del sol, nado y juego con los pececillos. Algunos días me quedo en casa porque tengo una video-conferencia con un cliente, pero no me importa perderme la excursión, realmente disfruto con lo que hago y me emociono cada vez que tengo una sesión planeada, además que es un gustazo poder disfrutar la casa toda para mi. Algunos días me echo la siesta, otros me siento frente al ordenador o me entretengo con Instagram.
Sé que es mucho más fácil adoptar este enfoque slow aquí en Menorca. La isla transmite calma, mis pulsaciones se ralentizan, estoy más presente y soy capaz de fundirme con la naturaleza. Puedo pasar horas tumbada en la barca mirando al cielo, centrada en el sonido del mar, los pájaros y de los latidos de mi corazón.
Lo más sorprendente de todo es que, incluso si parece que trabajo menos, me siento mucho más enriquecida en todas las áreas de mi vida. Me siento mejor, salgo a correr con mucha más energía, como más sano sin esfuerzo extra, puedo concentrarme mejor. Soy más paciente y mejor oyente.
Quizás, no podemos controlar la demanda y los aspectos externos, pero podemos controlar cómo lidiamos con ellos y el cómo afrontarnos a los cambios y giros depende solo de nosotros. Tenemos el poder de mantenernos tranquilos, centrados y productivos, solo se necesita práctica diaria.
Esta nueva forma de apreciar el día a día, ha sido esencial para mí y me está permitiendo vivir el verano de una forma mucho más completa y rica.